jueves, 28 de noviembre de 2013

La Dama en el Hielo.

Ostras, hace eones que no tenía nada tan fresco como esto. Recién salido del horno y pretendo continuarlo hasta el final y que figure entre los grandiosos aportes a Fantasía Austral. Siéntase libre de usar la honestidad brutal que todos necesitamos para mejorar.


La Dama en el Hielo.
Introducción. 



—Esta es una historia grande —comenzó a relatar el hechicero mientras que su oyente le miraba con suma atención—, mas la haré pequeña para ti. Trata de una guerra y una mujer, pero no por su amor, sino por su poder.
“El poder puede venir de un título o, un objeto, pero también del conocimiento. Pues éste era el poder de esa mujer: el conocimiento de todo, de lo que es, lo que fue y lo que podría ser, de aquello que conoces, lo que conocerás y de lo que nunca verás; el conocimiento de aquello que nuestros ojos no están preparados para ver y aquello que ni yo mismo podré entender jamás. ¿Qué harías con ese poder en ti? No es mucho lo que pudo hacer esa mujer, que a veces podía vislumbrar en su mente las cosas más bellas, las criaturas sagradas más puras… pero también horrores innombrables, atrocidades y dolores que tu pequeña mente no podría concebir —la expresión de su oyente se volvió algo nerviosa—, de forma repentina en cualquier minuto. Imagina lo frágil que debía de ser su cordura. El conocimiento puede ser maravilloso, pero también la peor de las maldiciones.
Y su tormento no acababa allí. ¿Cuánta gente crees que supo de aquel poder? Ella, siendo una errante Inmortal vio en su camino, tanto queriendo como no, a hombres y mujeres de todo tipo, pero mientras los hombres de simple vivir la rechazaban, los coronados la codiciaban. Curioso es que aquellos que ya tienen poder en sus manos casi siempre desean más.
 —¿Y por qué los reyes la querrían?
—Porque así podrían ser capaces de conocer secretos de sus enemigos, acceder a tesoros y desatar poderes para usar a su beneficio. Un rey o reina con un poder tan grande podría significar el fin de demasiadas cosas.
“Ahora bien, la verdad ella pudo escapar varias veces de la ambición de muchos, pero fue cuando sus pasos la trajeron a estas tierras que las cosas se volvieron más complicadas. A diferencia de las tierras de donde viene, en estas hay más magia fluyendo, y la cantidad de gente con talentos mágicos se triplica. Así, más temprano que tarde, los videntes y oráculos de los reyes de tres grandes reinos dieron cuenta de su presencia. Los tres grandes reinos de esta parte del mundo inmediatamente fueron a buscarla
—Pero... ¿viajó sola? ¿No tenía ningún amigo?
—Tenía un guardián y unos cuántos amigos. Pero unos cuántos amigos no eran suficientes para ayudarla, su poder estaba fuera del alcance del entendimiento de cualquiera y poco teníamos a favor.
“Los sedientos de magia de Monrioeb, los Altos Señores elfos de Mor-Ámana, que se consideran por encima de cualquiera en todo el mundo, y los esclavos del dios oscuro, allá en Rapssal...
—Son los...
—Sí, ellos, —interrumpió raudo para no desviar la atención de quien le oía—  que además contaban con la ayuda de un hechicero tan poderoso como yo mismo, incluso temo decir que más, fueron a la búsqueda de esta atormentada dama. Por fortuna, la reina de Monrioeb tenía ideas distintas y acogió a ella y a sus compañeros. Pero su protección se volvió frágil cuando de pronto los ejércitos de dos grandes naciones intentaron sitiar su reino para persuadir a entregar a la Dama que Todo lo Ve. Incluso el rey de Monrioeb estaba dispuesto a usarla para frenar una guerra que no se esperaba, aún cuando significara sacrificar a su propia esposa para lograrlo.
“No había opción. Nadie quería muertes de inocentes, así que debió huir más allá de estas montañas, donde pocos se atrevían a ir, para frenar un conflicto innecesario, donde la tierra es infértil y el clima es duro, donde alguna vez hubo abundantes campos de trigo y un reino próspero cuyo nombre se perdió en el tiempo. Se escondió del mundo, de los reyes ambiciosos y los campesinos temerosos, en una fortaleza abandonada de piedra gastada.
—¿Y cómo fue que logró huir de los videntes?
—A ti no se te escapa nada —halagó ante la interrogante, complacido de llegar hasta aquél punto de su pequeño relato para su joven oyente—. Con la ayuda de un hechicero, encerró su cuerpo en un lecho de hielo, un hielo que no se derretiría ni con la ola cálida más intensa, y tan duro que ni el golpe más potente del mazo más pesado podría romperlo. Protegida con ese lecho helado entró en el Letargo, con la esperanza de que quizás su mente y su espíritu pudieran madurar para estar a la altura de su terrible don, y así poder esconderse de los videntes y oráculos que la buscaran.
“Su presencia es un mito entre las personas de allá fuera, su paradero inubicable, pero se sabe que está en algún lugar, soñando un sueño que la debe llevar más allá de los mundos que conocemos y protegida por un guardián eterno, que espera paciente el día en que el suplicio de esta dama acabe.
"He oído a muchos preguntarse dónde están y qué le dirían, muchos tienen preguntas que quizás sea mejor no oír su respuesta, muchos más tienen preguntas vanas. Pero tú, si pudieras tenerla frente a ti, ¿qué le preguntarías?

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