Eones, señores, ya me olvidaba de este blog. Pero no de escribir. Esta es la continuación del cuento de corte Steampunk, acá veremos a un nuevo personaje, cosa que ya se veía venir. En fin, enjoy, si pillan esto, claro.
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De la figura más lejana logró divisar que alzaba su brazo derecho, y
como si un ademán autoritario se tratase, cerró el puño. De inmediato
las llamas se extinguieron y dieron paso a una humareda densa y oscura
que ascendió por la boca de la cueva. Pronto se llevaron a los militares
de alto rango y accionaron una sirena cercana a los alrededores para
anunciar la alerta. Nunca antes había sucedido algo así. Pax estaba
confundido y paralizado mientras observaba cómo los rasos rodeaban la
cueva de forma estratégica para enfrentar a los intrusos. Estaban
perdidos, no eran personas normales las que violaron el portal. Eran
magos.
El bullicio de la sirena terminó por apartar a los obreros,
pero Pax siguió allí, esperando a que algo ocurriese, pero por varios
minutos nada ocurrió.
—¡Saquen al Ingeniero de aquí! —ordenó alguien, y en seguida un par de soldados intentaron llevárselo a rastras.
—¡No
pueden echarme! —reaccionó él empujando a los hombres con fuerza
desmedida, tirándolos al suelo— Soy responsable de lo que pase aquí…
—uno de los soldados alzó la culata de su rifle y lo golpeó con fuerza
en la mandíbula, de tal forma que sintió en su boca sangre fluir y una
muela desprendida.
El dolor fue abrumador y lo mareó, los hombres
aprovecharon ello para alejarlo de la entrada, para posicionarse
alrededor de ésta y esperar un poco a que el humo se despejara. Por unos
minutos nada sucedió, posiblemente era que los intrusos habían
desfallecido por el humo, pues no escucharon sonido alguno desde que las
llamas se extinguieron. Pax, tendido boca abajo sobre el suelo y con la
punta de un rifle sobre su espalda, cerca de un hombro. Escupía sangre
cada tanto y procuraba mantener la pieza dental en su boca para no
perderla.
No podía ver nada desde su posición, pero el repentino
silencio le indicó que algo iba a pasar, podía percibir una ansiedad
general en el ambiente. Oyó voces de órdenes de sumisión infructuosas,
oyó que algunos decían que los invasores pudieron ahogarse con el humo, y
posteriormente oyó como alguien ordenaba a que un grupo entrara a
verificar. Por un par de minutos hubo la sensación general de que así
era, pero el sonido de un disparo alteró a todo el mundo y el movimiento
empezó frenéticamente. Todo fue un alboroto hasta que algo los frenó,
una fuerza los empujó a todos y varios cayeron al suelo, cinco hombres
aplastaron a Pax, dejándolo sin espacio para respirar y abrir la boca,
pronto la sangre allí se estaba acumulando hasta la garganta. Ante la
desesperación y con una fuerza descomunal, logró levantarse y apoyarse
sobre sus brazos mientras los soldados se incorporaban. Vomitó sangre y
perdió la muela, se levantó tambaleante y tosiendo con fuerza mientras
intentaba ver lo que sucedía frente a decenas de cascos grises y verdes y
boinas marrones. El mareo le impedía orientarse y permanecer de pie,
agarrándose del más próximo a él. Una segunda oleada de fuerza invisible
sacudió la entrada y al gentío de militares que atiborraban el lugar, y
lanzando contra ellos a quienes habían entrado al agujero humeante,
seguido de un destello que abrazó el humo, como si un rayo hubiera
surgido allí dentro.
Ya todos sabían que no se trataba de un
efecto colateral de la explosión del portal. Fue en ese momento en que
todos se dieron cuenta de que se estaban enfrentando a algo más allá de
lo que podían entender o imaginar. Pero, ¿por qué estaban allí? Será tal
vez por el mineral…
En ese momento los sentidos de Pax se
pusieron alerta y se incorporó totalmente, mientras que un mar de
preguntas lo embargaban por dentro. Una sensación poco grata se ramificó
en su ser, la idea de haber estado haciendo algo terrible se instaló en
su cabeza. Nunca pensó en las consecuencias de sus actos, nunca quiso
llegar a la conclusión de que este momento algún día pasaría, ¿a qué
cosa había condenado esta vez a la ya tan herida nación de Solit?
La
tierra comenzó a sacudirse con paulatina violencia y una grieta se
abrió paso desde el interior, haciendo que muchos se dispersaran por el
perímetro, temiendo que un alud llegara. La grieta se detuvo
abruptamente justo delante de los pies de Pax. Al tiempo que el humo
mermaba un poco, una figura surgió de la boca. Era un hombre de estatura
mediana, que vestía una túnica marrón cubierta de ceniza, al igual que
la cabeza de éste y su cara. Sostenía un largo cayado torcido en la
punta. No parecía verse afectado en lo más mínimo por el humo.
Algunos
soldados, recordando el protocolo para situaciones así, apuntaron sus
armas para advertir al mago de quedarse en donde estaba.
—Invasor
—desafió un cabo, con voz insegura—. Has… osado entrar sin permiso
previo a la nación de Solit. Se-se te tomará prisionero por…
Un
ligero golpe en el suelo con el extremo inferior del cayado bastó para
que la tierra se volviera estremecer y de ella surgiera un ente
antropomorfo hecho de roca, callando al soldado de inmediato y haciendo
dudar al resto sobre su postura en el momento.
—Tish…
—soltó el hombre— ¿Dónde está… —habló en un acento extraño y poco
fluido, marcando de forma extraña algunas consonantes— el responsable de
esta atrocidad?
Había muchos, pero solo uno de ellos permanecía
allí. Como si todos intuyeran el significado de las palabras del mago,
las cabezas se giraron al hombre con la cara y las ropas ensangrentadas,
delatándolo inmediatamente. El mago lo miró directo a los ojos y luego
lo escrutó con la mirada, como reconociéndolo, a pesar de que estaba
seguro, jamás se habían visto. La presencia del mago era intimidante,
aunque su semblante era tranquilo, se percibía que de él manaba un poder
inimaginable, que hacía que nadie quisiera actuar temerariamente.
—Paxton Von Strass—pronunció el mago claramente con severidad.
Pax
sintió un hueco en el estómago al oír su nombre. Pero justo en el
momento en que el mago se dispuso a avanzar, un subordinado de la
milicia reaccionó y disparó certeramente en su pecho, justo en el
corazón, siendo atravesado por la bala de lado a lado. Un golpe certero y
mortal, que hizo al mago arrodillarse.
—¡Solit no caerá! —vociferó el soldado, al tiempo en que se disponía a disparar de nuevo.
Instantes
después, nadie podía creer lo que veía: el mago retrocedió varios
pasos, pero jamás cayó y pese al sangrado permaneció firme, como si solo
hubiera sentido un piquete. El acto desesperado solo provocó que el
ente que el mago invocó de la tierra reaccionara y atacó brutalmente al
agresor. Entonces la histeria absoluta se desató, el mago usó su poder
para defenderse y abrirse paso para ir directo a Pax.
Un raso lo empujó hacia atrás para que este reaccionara y huyera.
—¡Sal de aquí, idiota! —ordenó— Primero serás tú, luego Solit entera.
Tenía
razón. De alguna manera el mago sabía quién era él y posiblemente sabía
mucho más, y si él caía, probablemente nadie más podría reconstruir la
máquina, dejando a la deriva a los mejores soldados de la nación y sin
medios para seguir consiguiendo el mineral que tanto codiciaba el
gobierno. Tal vez debía huir, pero cayó en la cuenta que era demasiado,
ya era suficiente y había de poner freno a la codicia devoradora del
gobierno de Solit.
—No —replicó categórico. El joven raso lo miró
perplejo. Pax lo ignoró y alzó los brazos— ¡Aquí estoy! —vociferó,
llamando al mago— ¡Aquí me tienes, te enfrentaré!
Entre los
disparos inútiles, los gritos de miedo, los destellos de luz y las
sacudidas, notó que el mago lo escuchó. Tardó todo apenas unos segundos,
en los que del cayado del mago manó una luz blanca que encegueció a
todos. Un zumbido retumbó en la cabeza del Ingeniero, aturdiéndolo y
anulando su sentido del oído y orientación. De pronto sus piernas
dejaron de sentirse firmes y se sintió caer, pero su cuerpo no
colisionaba con el suelo. Por desespero, Pax intentó agarrarse de algo,
pero extrañamente no había nada a su alrededor, todo había desaparecido,
como si estuviera oscilando en la nada misma.
No supo cuanto
tiempo pasó, pero de pronto se encontraba de nuevo arrodillado sobre
suelo firme, aún sin oír ni ver nada… a razón tal vez de que solo había
quietud.
Sus ojos recuperaron la visión de forma paulatina y pudo
notar que estaban lejos de Vellissim, en un páramo desierto, donde solo
se veían algunos edificios en ruinas, árboles secos o talados, tierra
seca, basura y los restos de una estatua en medio de lo que parecía una
pequeña plaza de armas. La localidad era una de las tantas que habían
caído bajo la sombra del la milicia, pero Pax se preguntó cómo fue que
llegó ahí. Miró a su alrededor para divisar a alguien, al completar la
vuelta el mago que preguntó por él estaba ahí parado, junto a la estatua
en ruinas. Pudo notar la mancha oscura de la sangre que había fluido
momentos antes, ya parecía seca y era lo suficientemente grande como
para notar que ningún hombre habría sobrevivido a ella.
Se miraron por un momento. Pax se mostraba pasmado, esperando a alguna acción por parte del mago.
—¿Qué quieres de mí? —debió preguntar ante la postura estoica del hombre.
Por
encima de todo, Pax sentía una curiosidad tremenda. De haber sido otras
las circunstancias, hubieran sido otras preguntas las que hubiera
hecho.
—Fuiste tú quien ha permitido que se cometan crímenes horrendos en nombre de la ambición de unos pocos —acusó con tono serio.
—¿Por qué…?
—¿Sabes
siquiera lo que has provocado? Esto va más allá de tu gente y tu mundo
—Pax se mostró perplejo ante las palabras—. No tienes idea alguna.
—¿Qué intentas decir? Ve al grano, ¿quién eres tú y por qué estás aquí? ¿Cómo es que sabes tanto? Eh… ¿y el otro mago?
—Entonces no sabes nada… el otro hombre tiene su propio camino, nunca antes lo había visto.
"Soy un Inmortal, tengo unos mil treinta años… creo. Por eso ese proyectil no me mató. En mi interior hay una fuente inagotable de energía. Y no soy el único inmortal que existe.
Las
palabras que hiló el mago fueron suficientes para enlazar los cabos
sueltos. Era lógico, por fin lo sabía, por fin lo entendía.
—Entonces… —se llevó los dedos a las sienes y bajó la vista a los pies— ¿de cuántos crímenes soy cómplice?
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